Pues allí que me presenté para ver la ciudad y visitar a Carlito. Lo primero que hice, teniendo en cuenta que iba a viajar bastante de Helsinki a Espoo (el suburbio donde vive Carlo) fue pillarme una Single Card (una tarjeta de color verde) para 3 días. Se compran en los R-Kioski, y hay uno tanto en el aeropuerto como en la estación de tren, y repartidos por la ciudad. Con esta tarjeta puedes se puede usar metro, bus, tranvía o el ferry a Suomenlinna. Pero antes de nada, aconsejo muy mucho que antes de llegar a Helsinki descargarse la aplicación Andropas, esencial para moverte por Helsinki en transporte público. Sólo funciona en Android, así que si tienes un iPhone, te fastidias por gafapasta y moderno.
Lo primero a lo que me dediqué, visto que Carlo tenía clase, fue a recorrerme parte de Helsinki siguiendo la ruta a pie que recomienda la Lonely Planet (gracias Teo, Isra y David). Es una forma curiosa de ver cosillas de la ciudad, pero las dos horas de caminata me dejaron la rodilla como un melón.
Quedé con Carlo por el centro, cenamos algo, y nos fuimos a tomar alguna cerveza por ahí. En mitad del camino, una argentina que estaba bastante perdida se nos adobó al plan. Carlo, estupendo guía donde los haya, nos llevó a lo alto de un hotel desde el que poder ver Helsinki, y cuando decidimos que ya estábamos a punto de perder dedos de la mano por congelación, nos fuimos hacia un local con música en directo bastante buena, el Kustaa Vaasa, con unos baños que no hacían honor al término "letrina turca". Oh, Dios mío, pobre la persona que se dedicara a limpiarlos...
El Katajonokka |
Continuamos con la visita cultural del día yendo al Museo de Diseño, que me sorprendio gratamente.
Y ya por último, cerca del parque Sibelius, habíamos quedado con Nico, al que no veía desde Agosto, en una cafetería a pie de puerto. La cafetería, pequeña, modesta y acogedora, se llama Regatta, y tienen un curioso sistema de venta: Pagas por café/té y un korvapuusti, y por cada vez que rellenas la taza, te devuelven 5 céntimos.
Del día siguiente, lo más remarcable es la visita a la sauna pública alimentada con leña, más antigua de toda Helsinki. La experiencia sauna es diferente para cada uno, y depende del nivel de pudor que uno tenga, pero se va en bolas, vaya. Así que, no te sorprendas de ver culos arrugados y una tía que podría ser levantadora de peso, siendo la masajista de la sauna.
Y hasta aquí mi visita por Heslinki. Seguiremos informando.
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