martes, 10 de diciembre de 2013

Tromsø y la virtud de elegir buenos compañeros de viaje

Son ya casi dos meses sin tocar el teclado y cada vez se me juntan más borradores esperando tomar forma, voy a empezar a actualizar con esta entrada.

Como dice el título de la entrada os voy a hablar de Tromsø. Y de la virtud de elegir buenos compañeros de viaje. Virtud, que por supuesto, no tengo. Sí, voy a lloraros un poco más.

Tromsø es una ciudad al norte de Noruega, parte isla (la parte principal) y parte continental. La llaman la Paris del Norte, pero como nunca he estado en Paris, pues vale, me lo creo.
Todo comenzó con una idea propuesta a mi teutón compañero de piso, y de repente me veo planificando un viaje con su insufrible amigo-apéndice también teutón, una compañera de la uni que meh, y un compatriota llorica para verguenza íbera. Se adivina cuanto menos interesante el viajecillo.

Puestos a ahorrar unos euros de donde sea, reservamos en el camping de Tromsø unas cabañas bastante baratas que resultaron ser un acierto. Eso sí, escuchar la voz aguda del amigo-apéndice quejándose cada vez que se abría la puerta porque se le enfriaban sus pies de nenaza, fue un poco (introduzca aquí término peyorativo estándar). Compórtate como un hombre, por Dios.


Comprobando si el
hielo es lo suficiente
grueso para caminar
El 18 de Octubre recogimos los coches de alquiler, y a la carretera, nos esperaban 8 horas de camino.
Y menudas 8 horas... Paraditas para hacer fotos a florecitas congeladas, un reno a tomar por saco y un carámbano de mierda al borde de la carretera, las que quieras, oíga. Eso sí, 20 minutos para tomar un maldito bocadillo tranquilamente, NEIN!, que perdemos mucho TIEMPEN! Me cago en los alemanes, hombre ya... Y encima se meten con mi manera de conducir poco eficiente...tócate las narices. Pues al final el coche que menos consumió fue el mío, PAYASEN.

Ya os avisé que os iba a llorar.

Pero no todo va a ser eso, os cuento un poco de la ciudad.
Cosas que merece la pena ver (en mi opinión): la Catedral Ártica, la pillamos cerrada pero está bastante chula. Tiene una de las vidrieras más grandes de Europa. La subida en teleférico es completamente IMPRESCINDIBLE, las vistas son estupendas y en mi opinión merece cada € (de los 15 con descuento de estudiante) que se pagan. Hacer zoom. Pasear por el centro de Tromsø no tiene tampoco desperdicio, la arquitectura es cuánto menos curiosa (no entiendo de arquitectura así que no me atrevo a usar un término más apropiado). El pub Ølhallen lo dejamos para el domingo antes de irnos y nos lo encontramos cerrado, además durante el resto de la semana tiene horarios bastante extraños (L-V de 10h a 18h ¿?). Fue una pena, porque leí en un montón de sitios que merece la pena visitarlo.

Cerca de Tromsø  merece tampoco hay que dejar de ver el pueblo de Ersfjordbotn (dilo en voz alta si hay huevos) con un fiordo bastante impresionante, supongo que no será comparable a los más famosos de la costa oeste de Noruega, pero bueno, juzgar vosotros mismos. También hay un museo con forma de bloques de hielo que a algunos no nos interesaba mucho, sin embargo a esos mismos sí que nos motivaba plantear el camino de vuelta puesto que al día siguienten teníamos clase. Así que el germano team, haciendo alarde de su buen proceder en cuestión de viajes, decidió dividir el grupo general en a favor y en contra. Pues que os den.

Eso sí, oh designios del destino, en el camino de vuelta mi coche hizo parada en una cascada bastante impresionante (la foto no le hace justicia) y el otro coche no supo encontrar el camino. Recuento final: llegamos a la misma hora, ellos se dejaron 15 lereles en un museo que no merecía mucho la pena (reconocido con la boca pequeña) y se perdieron unas vistas bastante dignas. Vaya, vaya, quien sonríe ahora, ¿eh, imberbe de las narices? ¡Metrosexual!



Resumen: ¿Merece la pena visitar Tromsø? Sin lugar a dudas.

Próxima entrada, el programa del Finnish Friend. Seguiremos informando.

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